CAPITULO IV: ¨El Silbato"

- Te conozco? – le preguntó él, aún muy ofuscado.

- No creo – le contestó ella un poco sorprendida por lo abrupto de la pregunta – no soy del sector. Estoy esperando que parta ese tren, ese de allá, ves?

- Mmm – Fue la muda respuesta.

El hombre insistía en ordenar las cosas que continuaban cayendo porfiadamente por la abertura - cada vez más grande - de su mochila.

- Creo que te puedo ayudar con eso. Me dejas hacerlo? – le preguntó ella, con una dulce sonrisa.

- Claro, cualquier cosa será mejor que esto! – le respondió con rudeza.

Casi mágicamente, ella saco todo lo necesario para reparar la descosedura, desde hilo hasta retazos de tela. Este gesto provocó una sonora carcajada en el hombre, que hizo brillar sus inmensos ojos verdes. De hecho, fue la primera vez que ella reparó en él detenidamente… y le gustó lo que vió.

Se sentaron en un escaño típico de estación de trenes… ella perfectamente sentada, con la espalda recta apoyada en el respaldo y él lo hizo pasando las piernas por encima, quedando “a caballo” sobre el duro asiento de madera y con el cuerpo de ella anidado en su regazo.

- Qué haces por estos lados? – preguntó con genuino interés el hombre.

- Digamos que estoy tomando vacaciones de mi pasado… - respondió ella, sin mirarlo y ya con la mitad de la costura lista.

- Cómo asi?

- Quiero llegar lo más al sur posible. Quiero encontrar un lugar para establecerme y comenzar una nueva vida, más tranquila.

El la miró largamente, en silencio… y se hizo un diálogo entre los cuerpos que fue diáfano y potente. Ella podía sentir la cercanía de él. Estaba tan cerca, que su respiración le daba en el cuello, inquietándola.

Sus inmensas manos, hermosas y fuertes, descansaban cerca de su espalda, apoyadas, una en la rodilla de él y la otra en el respaldo del asiento, casi tocándola. Fueron unos minutos cargados de sensualidad. Ella, coqueta. El, tremendamente masculino…

Mientras ella cosía, se produjo un diálogo fluido y relajado, lleno de risas, bromas, preguntas y respuestas livianas… era tanta la intimidad de ambos que parecía que se hubiesen conocido hace mucho, mientras el sol pegaba suavemente en sus espaldas, haciendo más calida la conversación.

Justo cuando ella terminó de arreglar la mochila, sonó el primer silbato que indicaba que el tren ya partía.

- Aquí tienes tu mochila arreglada. Al menos te durará hasta que llegues a destino.

- Muchas gracias!... respondió él un poco confundido.

Se levantaron y por primera vez se miraron a los ojos. Ambos estaban llenos de mensajes y palabras no expresadas por timidez.

El le rozó suavemente el brazo y la atrajo hacia si. La miró y le dijo:

- Tienes unos ojos muy lindos, igual que tu sonrisa. Te puedo dar un beso de despedida?

Ella, con la cara encendida por la inquietud y el calor, bajó la mirada y le dijo: "Actúa de acuerdo a tu gratitud."

Entonces, él rodeó la cintura de ella con sus brazos grandes y fuertes y se acercó con mucha delicadeza, como si ella se fuera a quebrar por la presión … y al minuto de rozar sus labios anhelantes… sonó la segunda llamada urgente para abordar el tren que ya partía.

El beso fue breve y sincero, lleno de emociones que no pueden reflejar las palabras por lo intensas y profundas.

Se separaron los cuerpos, ella corrió hacia el vagón que ya se movía.

El la miró alejarse y le gritó:

- Hey!!! Cómo te llamas?

Y al momento que ella respondió, el fuerte sonido del silbato del tren apagó su voz…



(Esta historia continuará por: Yop)